martes, 11 de abril de 2006

2006

Caminas sobre mi lengua,
sobre mis párpados
que te velan y te sonríen cuando ni siquiera miras.
Te posas tranquilamente en mis palabras
y, a veces, las muerdes y las molestas.
Escupes en mis sueños, sin saber, sin querer...
Te alejas cuando me acerco a mí misma, o tal vez te aleje yo,
pero de alguna forma, sigues aquí.
Conozco al dolor, viene a veces a visitarme y me habla...
A veces finjo no estar, hasta que me canso de escuchar sus pasos en la escalera y le abro, lo invito a café y nos ahogamos juntos en un mar de lágrimas,... saladas como la tierra que añoro.
Canto, con la voz gastada que me prestó el demonio la primera noche de un año cualquiera, y me escuchan ...y me emborrachan las ganas de beberme el tiempo que vendrá y el miedo a no saber qué parte de la historia recordaré y qué delirio incongruente y olvidado vomitaré hasta dormirme.
Por ahora espero, trazo un plano de la vida y pinto un tesoro por descubrir, donde escondo lo que queda de mi infancia....
Ella no viene a visitarme, no quiere volver, y a veces no entiendo por qué quiero que vuelva...quizá para entender...
Lo que sé es que la echo de menos y la llamo desde el balcón cuando viene la nostalgia a atiborrarse de mis lágrimas, pero.... no viene...ya no viene más
y entonces pienso que a la niña que fui quizá no le guste el adulto que soy,
que no tengo nada que ver con sus sueños...con el poncho de peluca, el cepillo de micrófono y los calcetines de tetas...y aquel espejo redondo inventando futuras estheres, cuando todavía soñaba en lo que podría ser...
Quizá mi infancia se esconda de esta adulta en la que me he convertido, pero yo la busco y cuento hasta cien, por si tiene ganas de jugar al escondite inglés...
Cuando más la odio pienso que se esconde porque es una morosa, y aún, después de tantos años, me debe la inocencia que no le regalé...
Pero quiero que vuelva...y no sé cómo... sólo para que el dolor me perdone y no venga más a tomar café, y comprenda que aún soy pequeña, inerme, como un testigo inútil que no sabe nada de la culpa...
Al menos estás tú en éste, ahora futuro, tú que no sabes nada de mi infancia, haciéndome de memoria, confabulando con la vergüenza sobre mi próximo pecado...y yo me dejo arrastrar hacia la orilla, porque me temo que el mar de lágrimas saladas tampoco quiere rastrojos del infierno en sus entrañas.