sábado, 14 de noviembre de 2009

2007

ELLA
Él tenía una abuela, de esas de pelo gastado, mirada dura y tantos surcos en la cara como lágrimas se le escurrieron por la vida. Era austera por temerosa de ese Dios, compartido e inclemente, que mandaba a los malos al purgatorio (cuando éste aún existía) y a los muy malos a un infierno, panacea de éstos últimos y de los comunistas.
A ella le gustaba escuchar, escondida en silencio, tras la puerta, las notas que los dedos de su nieto dibujaban en su teclado diminuto. Él jugaba con negras y blancas a un ajedrez sin ganador en el que la única victoria era hacer escalas creativas sin final. Construía eternas melodías que aún se escuchan en las noches más oscuras. Hizo canciones para el viento y que el viento elevó a oídos solitarios de músicos sin musa, (porque hay quien dice que las canciones están en el aire y luego algunos las cogen y las hacen suyas).
Una mañana en que el sol los despertó, tan juntos como siempre, la vieja decidió tejerle a su nieto el futuro que a ella jamás le brindaron y fue corriendo a la tienda a comprarle la ilusión del mañana. Sus rodillas gastadas de limpiar el suelo de burgueses que jamás reconocerían su trabajo y sus pulmones atiborrados de la mierda de un pasado del que tuvo que comer, no impidieron que cargara con el sueño pesado de su nieto: un teclado enorme de los años 80.
Él le regalaba canciones, compañía y sonrisas de agradecimiento. y ella, a cambio, cenas disfrazadas de aquella mujer que por deber le dolía ser.
Después de vivir ausencias provocadas por los años, después del miedo y las dudas que a todo anciano provoca la cercanía de la muerte, decidió que le llegaba la hora, la aceptó...y se recostó en una cama mustia que, sin cubierta de madera, ya era un ataúd. Cuando le quedaban horas, porque todos lo sabían, lo llamaron a él, y mientras él tocaba ella cantaba con su último suspiro dejando sus miedos, sus tabúes, y su acento aranés en la memoria de los que la quisieron y en su nieto la añoranza del olor a huevos con patatas como un modo de esgrimir los futuros “te quieros” que ella con palabras nunca le dijo.

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