sábado, 14 de noviembre de 2009

el amor 2

"Yo te quería".- dijo Ana mientras con sigilo le cortaba el dedo índice a Juan que la miraba impasible. "Yo te quise".- respondió Juan como si utilizando el perfecto simple quisiera acabar con todo rastro de ese amor en el presente. Ella entonces, con ira incontenida, clavó el cuchillo en la mano de él, que no se inmutó. "¿Por qué no me quieres ya?", preguntó Ana, "¿No dijiste que era para siempre?" Y Juan, sin una sola muestra de dolor la observó y le habló de sus planes para hoy, sin ella. Recordó, mientras con el muñón de su índice se tocaba la frente, que tenía cita con el médico a las dos, que aún quedaba arroz de ayer en la nevera para cenar y un poco de tomate y mozzarella, que le gustaba ese nuevo libro que había empezado, que deseaba que mañana hiciera buen tiempo, que le había salido un granito en la comisura del labio superior...
Ana le clavó el cuchillo en el estómago mientras gritaba: ¡Quiéreme hijo de puta!, pero ya él no la miraba. Ella se había convertido en un zumbido molesto, en un calor sofocante que se colaba por alguno de sus poros y le embriagaba el cuerpo como una resaca de garrafón. Su mirada impasible se convirtió en una mirada hastiada y era Ana quien lloraba mientras le clavaba la última puñalada en el corazón mismo, porque era ella quien se desangraba, era su propio corazón ahora muerto el que había abierto en dos con sus palabras afiladas.
No hiere el que quiere, sino el que puede, y él ya estaba muy lejos de cualquier dolor que ella pudiera causarle.

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